
Todos los creyentes queremos aprender a escuchar las inspiraciones del Espíritu Santo. Es un aprendizaje: se trata de convertirse en aquellas ovejas que reconocen la voz de su pastor en medio de las otras voces que las rodean (Jn 10, 3-5). Comparte estas palabras con tus amigos y familiares para que tambien puedan identificar la voz de Dios es sus vida.
Para lograr esto, es necesario crear poco a poco un cierto “clima de vida” que comprende los siguientes elementos.
1.- Cumplir la voluntad de Dios
Estemos firmemente decididos a hacer en todo la voluntad de Dios. Dios habla a aquellos que desean obedecerlo.
2.- Oración constante
Llevemos una vida de oración regular, en la que intentemos principalmente tener una actitud de confianza, de disponibilidad interior a la acción de Dios. La fidelidad a la oración favorece y hace más profunda la disposición de apertura y de escucha.
3.- Leer la Santa Biblia
Meditemos regularmente las Santas Escrituras: su manera de tocar y hablar a nuestro corazón despierta en nosotros una sensibilidad espiritual y nos acostumbra poco a poco a reconocer la voz de Dios.
4.- Cuidar actitud y tener desprendimiento
Evitemos lo más posible las actitudes que pueden cerrarnos a la acción del Espíritu: la agitación, las inquietudes, los miedos, los apegos excesivos a nuestra propia manera de hacer o de pensar. La escucha al Espíritu Santo requiere flexibilidad y desprendimiento interiores.
5.- Confesarte ante tu Dios.
Purifiquemos constantemente nuestro corazón por medio de la sangre de Cristo. El corazón purificado por el perdón de Jesús percibirá su voz con más claridad.
6.- Ser agradecidos siempre
Vivamos en un clima de gratitud: si agradecemos a Dios por un beneficio, él nos dará nuevas gracias, en especial las inspiraciones interiores que necesitamos para servirle y amarle.
7.- Atento a nuestros sentimientos
Estemos atentos a lo que pasa en el fondo de nuestro corazón. El Espíritu Santo no se deja escuchar en el ruido ni en la agitación exterior, sino en la intimidad de nuestro corazón, por medio de mociones suaves y constantes.
Bendito sea la gloria de Dios, aleluya.