
En estos caminos, siempre se habla de sinceridad y transparencia. Sabemos que servimos a un Dios grande y poderoso, que todo lo ve, pero parece que esta revelación, no nos ha nacido. A que me refiero, nos conformamos con la aprobación del hombre y muchas veces descuidamos nuestra esencia.
A veces, inconscientemente, caemos en vivir de una apariencia, hay tantas reglas y normas que cumplir, tantos ojos que nos miran, listos para levantar el dedo y señalar. Así que invertimos tiempo en maquillar nuestra realidad, porque parece ser que nos resulta más denigrante fallar al concepto del líder que al de Dios.
Y no es estoy diciendo que andaremos como chivos sin ley, que no nos sujetaremos a normas terrenales, pero creo que hay que poner más atención a nuestra interioridad, a cuidar y limpiar lo que hay en nuestros corazones, porque de la abundancia del corazón habla la boca, y yo lo extrapolo, de tu esencia, dependerán tu pasos, tu servicio, lo que miras y lo que oyes.
Así que, solo es cuestión de invertir ese esfuerzo que hacemos para actuar y realmente limpiarnos según los preceptos del Señor y entonces, veras como fluye con la naturalidad hacer lo correcto, cuando estés lleno de bondad. Como dice Filipenses 4:8 – Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad.
David decía en Salmos 26:2 – Escudríñame, oh Jehová, y pruébame; Examina mis íntimos pensamientos y mi corazón. Parece que el sabia que justo ahí, donde nadie te ve, lo que eres sin necesidad de supervisión es lo que importa.
Y creo que no está de más recordar que Dios siempre nos mira y él es que escudriña los corazones.